El Resort: La promesa de Yun-Tuc

          Lorena contemplaba hipnotizada las gotas de lluvia resbalando por el ventanal, ramificándose en pequeños riachuelos que volvían a unirse una y otra vez, formando efímeros deltas sobre el cristal empañado. El cielo rugía, rasgado por cegadores relámpagos que iluminaban brevemente la estancia.

Sumida en un trance de contemplación, Lorena parecía ajena a la terrible tormenta tropical que se desataba en el exterior. Su mirada ausente yacía más allá, en un punto indeterminado del horizonte, como queriendo traspasar las fronteras de aquella isla maldita.

De repente, un trueno particularmente atronador la sobresaltó, arrancándola bruscamente de su ensoñación. Todavía desorientada, parpadeó repetidamente, intentando reconocer su entorno. Sus ojos se posaron en la cámara de video que yacía sobre la mesa. Sus manos temblorosas la tomaron y la encendieron casi por inercia.

Un rostro demacrado apareció en el visor. Ojeras violáceas enmarcaban unos ojos apagados, carentes ya del brillo vivaz que los caracterizaba. Sus labios resecos esbozaron una mueca entre la resignación y la desesperanza.

«¿Cómo había llegado hasta aquí?», se preguntó. Hacía apenas una semana que ella, David y su hijo Lucas habían llegado ilusionados a la isla, ansiosos por disfrutar de unas vacaciones paradisíacas. Ahora todo se había torcido de forma absurda, como una pesadilla de la que no lograba despertar.

Tragando saliva, comenzó a grabar su mensaje final. Su voz sonaba ronca, quebrada:

—Hola, amigos... Soy yo, Lorena. Si estáis viendo este vídeo... es porque ya no estoy entre vosotros. He cometido un error terrible al venir a esta isla. Creí que serían unas vacaciones de ensueño... pero me equivoqué.

Hizo una pausa para reprimir un sollozo. Tenía que ser fuerte para advertir al mundo del horror que se ocultaba tras la fachada paradisíaca.

Armándose de valor, continuó:

—Quiero contaros lo que ha pasado aquí. Espero que mi historia sirva de advertencia y que ningún otro inocente vuelva a caer en esta trampa mortal.

Mientras hablaba, imágenes inconexas acudían a su mente en ráfagas: la llegada en helicóptero, sobrevolando la exuberante vegetación de la isla; la inquietante bienvenida del encargado del resort; las extrañas gemelas susurrándose secretos…

Un nuevo trueno retumbó en el exterior, devolviéndola al presente. El tiempo se agotaba inexorablemente. Debía terminar el vídeo cuanto antes, no fuera a ser demasiado tarde.

Sin embargo, antes de poder añadir nada más, un fuerte crujido retumbó a sus espaldas, mientras una palmera se precipitaba sobre el techo del bungalow.

Lorena se giró un segundo antes de que la cámara se apagara para siempre.